Mantener una casa ordenada no solo indica que nos gusta la pulcritud en lo externo,
también refleja el estado de nuestra mente y corazón.
La tendencia a acumular objetos materiales es una costumbre común que puede
afectar nuestro espacio físico así como el mental y emocional. Al igual que llenamos
nuestras casas con ropa o artículos que ya no necesitamos, también acumulamos
emociones, pensamientos y experiencias sin procesar.
El Rey Ezequías recibió el llamado del Señor para que ordenara su casa porque
pronto moriría, pero debido que tenía asuntos sin resolver, clamó a DIOS pidiendo
misericordia. El señor respondió a su ruego y le añadió quince años de vida.
Al igual que Ezequías, con el paso del tiempo, nosotros también abandonamos
ciertas cosas que luego se acumulan en nuestra lista de pendientes. Una de ellas es el
PRIMER AMOR (apocalipsis 2:4), iniciamos nuestra vida cristiana con fuego pero con el
tiempo abandonamos las ganas y deseo de servir al Señor y nos enfocamos en cosas que
desvían nuestra atención del hijo de Dios. Cuando Ezequías vio que su fin se acercaba
pensó en las cosas que aún no había ordenado, entonces decidió dedicar tiempo a Dios y
vio su mano de MISERICORDIA.
Pasar tiempo con Dios debe ocupar el 1er LUGAR en nuestra lista. Ezequías tuvo la
ventaja de recibir un aviso de que su tiempo estaba por terminar, nosotros no debemos
esperar hasta que nuestro final se acerque para poner la casa en orden, nuestra mirada
debe estar siempre en Él porque es el único que puede darnos esperanza y ayudarnos a
resolver los problemas.
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